14 septiembre 2017
Tras un ciclo meteorológico de tres años secos, o medio-secos, las perspectivas de riego para la próxima campaña no pueden ser buenas. La “normalidad” de la que hemos disfrutado estos años pasados, gracias a la situación de partida de los embalses y a la buena gestión realizada por los regantes, llega a su fin. Si no se producen las lluvias que necesitamos –en cantidad y cadencia- para que se generen nuevas aportaciones para nuestros embalses, se vaticinan severísimas restricciones. Con los embalses en una situación similar a la actual, tendremos una dotación un tercio por debajo de lo normal.
Es el momento por tanto para la prudencia y para hacer una planificación de cultivos coherente con esta situación hídrica, priorizando los cultivos de menor demanda. Algo, por otro lado, que ya estamos acostumbrados a hacer, pues la nuestra es una Cuenca con un déficit hídrico estructural en la que se siguen necesitando nuevas obras de regulación y medidas de modernización y mejora que permitan elevar la garantía de agua en un contexto de cambio climático adverso, que nos traerá períodos de sequías más amplios e inversamente más lluvias torrenciales.