22 julio 2019
Cuando a finales de 2015 empezamos a barajar la idea de construir una planta solar fotovoltaica, nos planteamos desde un principio hacerla conectada a la red, a pesar de que por aquel entonces ya estaba vigente el “impuesto al sol” y de que en aquella época todas las soluciones que se planteaban para el regadío pasaban por construir instalaciones aisladas.
Nos decían que lo que había que hacer era coger un par de bombas de cada estación y desconectarlas de la red; y así esas bombas se alimentarían de la energía solar para regar de día y las otras se podrían arrancar por la noche con la energía de la red. O incluso que lo mejor era poder llegar a desconectarse totalmente de la red, siempre que se pudiera regar solamente durante el día.
Desgraciadamente, el mundo del regadío tuvo que echarle mucha imaginación para intentar aprovechar una tecnología que empezaba a estar al alcance de su mano, pero que la legislación le hacía ver mucho más lejana de lo que realmente tenía. Y por ello se plantearon muchas soluciones técnicas que, gracias a Dios, no llegaron a materializarse de forma generalizada.
Nosotros lo entendimos de otra manera desde un principio… si había alguna posibilidad de aprovechar la energía solar para nuestro sistema de riego, tenía que ser con una instalación conectada a la red, que nos permitiera dar servicio de día y de noche, y que nos posibilitara continuar explotando el sistema con la mayor eficiencia energética posible, utilizando las bombas sin la limitación del origen de su energía.
Por eso planteamos así nuestro proyecto, así lo estudiamos y lo analizamos entonces; y así concluimos que, aunque fuera a largo plazo, era rentable para la Comunidad. Tal vez por eso también, nuestra planta solar es hoy una realidad y pronto entrará en servicio de manera completa y definitiva.
Con ella, no solo podremos conseguir generar la energía que necesitamos para el riego durante el verano, sino que, además, podremos verter a la Red los excedentes en las épocas en las que no los necesitemos, aumentando la rentabilidad de la inversión y contribuyendo a la utilización de energías limpias en nuestro país y, probablemente también, al abaratamiento de su coste en el mercado mayorista. Y no solo eso: los productos agrícolas de la Zona Regable del Valle Inferior tendrán también más valor en el mercado, al haber empleado para su riego solo energías verdes.
La nueva legislación sobre energías renovables y autoconsumo ha abierto definitivamente la posibilidad de desarrollar proyectos similares al nuestro, con instalaciones conectadas a la red. ¿Hicimos bien en anticiparnos? Viendo el tamaño de las plantas solares que se están construyendo y los problemas de capacidad de la Red para absorber las producciones que se esperan, pensamos que sí, que acertamos al asumir el riesgo de diseñar una instalación como la nuestra, y anticiparnos a la eclosión de un mercado que, tras esta revolución, aún no sabemos muy bien cómo terminará asentándose.