17 diciembre 2018
Otra prueba de la contribución del regadío al medio ambiente y de la integración de nuestras infraestructuras en el entorno, es la gran biodiversidad existente en nuestras balsas, siendo habitual la presencia de garzas reales, ánades, zampullines, cigüeñuelas e incluso moritos (especie cuyas poblaciones eran muy bajas en el Valle del Guadalquivir hace unos 40 años).
Es durante la época de primavera y de otoño, cuando tiene lugar la migración más conocida, cuando se concentran en ellas un mayor e importante número de especies de aves.
La migración es uno de los fenómenos naturales más espectaculares del mundo, siendo las aves especialistas en esto, con millones de individuos que se desplazan de norte a sur y viceversa cada año buscando disponibilidad de alimento. Este fenómeno, viene condicionado por la bajada de temperaturas, y es por lo que llegan a recorrer miles de kilómetros, cruzando montañas, estrechos y su última y más peligrosa barrera el desierto del Sáhara (para las especies transaharianas). Estos movimientos se dividen en etapas, pudiendo tardar más de un mes, pues se detienen durante el camino. Por ello, las aves deben parar a descansar y alimentarse para que el viaje llegue a culminarse.
Nuestras balsas, que pueden llegar a contar con una superficie total de lámina de agua próxima a las 60 hectáreas, constituyen durante todo el año una importante área de invernada para aves europeas. Se trata de un entorno ideal donde reponer fuerzas y alimentarse, lo que nos deja estampas como la que reproducimos en las imágenes que acompañan a esta noticia.