14 noviembre 2019
La casa que acogerá nuestra sede social esconde una historia cuanto menos emocionante. Se trata de una historia de agradecimiento y homenaje póstumo de Sevilla al que fue el gran arquitecto de la Exposición Iberoamericana de 1929, Aníbal González, autor de unos de sus monumentos más universales e icónicos de la ciudad: la plaza de España.
Hoy, nadie duda de que Aníbal González fue uno de los grandes nombres propios de la Sevilla del siglo XX. Pero, como tantos otros genios, ese reconocimiento no lo recibió en vida. Desplazado de la dirección de obras de la Exposición del 29, murió poco después de su inauguración, dejando a la familia en una situación muy complicada económicamente.
Y fue en esa situación cuando el periódico “El Liberal” planteó una suscripción popular para regalar una vivienda a la familia del “glorioso artista”, que pasaba por grandes apuros económicos. La casa fue diseñada al alimón por dos ilustres arquitectos, José Espiau y Juan Talavera, y fue construida entre 1930 y 1932 en unos terrenos del Marqués de Esquivel, cercanos a otros grandes trabajos de Aníbal González como la Plaza de América y la Casa de Las Palmeras.
La casa fue entregada por el Alcalde de Sevilla a la viuda de Aníbal González, Ana Gómez Millán, un 31 de diciembre de 1932, al mismo tiempo que en la Iglesia del Sagrario se oficiaba una misa en su memoria y, en el cementerio, se colocaba una corona de flores sobre la tumba del arquitecto. Sevilla saldaba así, con la familia, la deuda de gratitud que había contraído con uno de sus grandes creadores.